lunes, 15 de abril de 2019

ALFOMBRA ROJA PARA UN REY.

MENSAJES DE SEMANA SANTA
DOMINGO DE RAMOS (5)
ENTRADA TRIUNFAL EN JERUSALÉN.

 

© Pastor Iván Tapia 

“28 Dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén. / 29 Y aconteció que llegando cerca de Betfagé y de Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió dos de sus discípulos, / 30 diciendo: Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo, y traedlo. / 31 Y si alguien os preguntare: ¿Por qué lo desatáis? le responderéis así: Porque el Señor lo necesita. / 32 Fueron los que habían sido enviados, y hallaron como les dijo. / 33 Y cuando desataban el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino? / 34 Ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita. / 35 Y lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a Jesús encima. / 36 Y a su paso tendían sus mantos por el camino. / 37 Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto, / 38 diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas! / 39 Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. / 40 El, respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían.”
San Lucas 19:28-40

 

E
l Maestro se dirigió con Sus discípulos a la Ciudad Santa de Jerusalén. Al llegar al monte de los Olivos, le pidió a dos de ellos que le trajeran un asno que estaba atado a la entrada de la aldea que tenían enfrente. Este monte fue visitado frecuentemente por Jesús: Desde él contemplaría la ciudad y sabiendo la suerte que ésta iba a sufrir, lloró sobre ella; sentado en él, anunció la destrucción del magnífico Templo y de la ciudad; también, después de celebrar Su última Pascua, se retiraría a orar al monte de los Olivos. Ahora, desde ese monte descendería para recibir las aclamaciones de la muchedumbre.
 

¿Cómo entró Jesús en Jerusalén? 

1. Montado en un pollino.

“28 Dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén. / 29 Y aconteció que llegando cerca de Betfagé y de Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió dos de sus discípulos, / 30 diciendo: Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo, y traedlo. / 31 Y si alguien os preguntare: ¿Por qué lo desatáis? le responderéis así: Porque el Señor lo necesita. / 32 Fueron los que habían sido enviados, y hallaron como les dijo. / 33 Y cuando desataban el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino? / 34 Ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita.” (San Lucas 19:28-34) 

Un pollino es un asno joven. El Maestro les ordena a estos dos discípulos ir a una aldea que tienen enfrente y a la entrada de ella encontrar atado ese pollino, destacando que en él “ningún hombre ha montado jamás”. Era necesario que para la entrada triunfal del Rey de reyes en la ciudad de Jerusalén, entrara montado en un asno virgen. Esto obedece a dos razones: 1) Jesús no era un general entrando en un brioso caballo en la ciudad, sino un Príncipe de Paz montado sobre un humilde burro; y 2) Se debía cumplir la profecía de Zacarías. 

“9 Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.” (Zacarías 9:9)

El Señor les dio instrucciones de desatar el pequeño asno y llevárselo a Él. También les dijo que si alguna persona preguntaba por qué hacían eso, simplemente le respondieran: Porque el Señor lo necesita. El asno en oriente siempre tuvo el lugar que el caballo ha tenido en Europa; era considerado un animal mucho más noble e inteligente; muy valorado y bien tratado, lo usaban tanto hombres como mujeres y para transportar cargas; los había domésticos y salvajes. En este caso era un asno doméstico, que esperaba humildemente una tarea magna como fue ser montado por el Señor Jesucristo.  

Pongámonos por un instante en el lugar de ese animal, sin cumplir aún tarea alguna y atado inútilmente a una vara. ¿No quiere todo ser humano cumplir, aunque sea una vez en la vida, un rol trascendental para la sociedad? Este pollino tuvo su minuto o su hora en que fue desatado de su condición para ser llevado a la presencia del Señor y servirle en una gran tarea: Conducir en sus lomos al Salvador del mundo. Seguramente Dios tiene también para usted como para mí, ese minuto, esa hora, esos días o esos años, no importa cuánto tiempo, en que habrá de servirle en Su misión trascendente y eterna.  

La gran misión de Jesucristo fue y es la salvación de las almas perdidas. Él realizó esta misión muriendo en la cruz y resucitando al tercer día, pero sigue cumpliéndola por medio del Espíritu Santo cada vez que alguien testifica de Él y Su Evangelio, sea con palabras u obras, para que los perdidos lo encuentren y se vuelvan a Él. Digo “perdidos” en el sentido de almas extraviadas que necesitan encontrar el camino hacia Dios. En algún momento Jesús nos requerirá, mandará a buscarnos y nos desatará como al pollino, porque el Señor nos necesita.
 

2. Pisando mantos y palmas.

“35 Y lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a Jesús encima. / 36 Y a su paso tendían sus mantos por el camino. / 37 Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto, / 38 diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!” (San Lucas 19:35-38) 

Así fue que esos dos discípulos trajeron el burrito al Maestro. Le pusieron unas mantas al lomo, para que el Señor cabalgara cómodo y con dignidad, y le ayudaron a montarlo. La gente, a medida que el Señor iba pasando ante ella, ponía mantos en el camino. Era como es hoy para las grandes estrellas del espectáculo, para los reyes y gobernantes, poner la “alfombra roja”. Es algo especial que indica que aquella persona es tan importante que no debe pisar directamente el suelo sino que algo tan elegante, blando y hermoso como una alfombra roja. Nuestro Señor indudablemente se merecía y merece aquello. Nosotros no somos dignos de pisar una alfombra roja, pero el Señor sí lo merece. No quiero decir con esto que Él sea como una de esas estrellas del cine –sería un comentario frívolo- pero sí es el más importante gobernante del universo, pues Él es el Señor, el Hijo de Dios, Dios mismo encarnado. Y estaba aquí, en este mundo, entrando en la ciudad más importante del planeta, Jerusalén. ¡No podía ser de otro modo Su entrada! 

Cercanos a la bajada del monte de los Olivos, toda la gente que le seguía y aclamaba feliz, comenzó a alabar a Dios en voz alta y algunos muy emocionados hasta gritaban los maravillosos hechos del Señor que habían visto durante el ministerio de Jesús: Las curaciones milagrosas, las multiplicaciones de pan, la resurrección de Lázaro y la del hijo de la viuda, en fin como Dios se había manifestado en Jesús. Para ellos era el Mesías prometido. Por eso gritaron a voz en cuello: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas! 

Este primer día de Semana Santa, la Semana Mayor celebrada por la mayoría de los cristianos a través de los siglos, se recuerda este magnífico hecho que fue la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, antes de la Pascua o celebración del Seder Pesaj. Es lo que suele llamarse “Domingo de Ramos” pues, como cuenta el Evangelio, “tomaron ramas de palmera y salieron a recibirle, y clamaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!” (San Juan 12:13) 

Los cristianos seguimos aclamándole de ese modo, con o sin hojas de palmas, pero con todo nuestro corazón a Él, porque es nuestro Salvador, nuestro Señor, el Dueño de nuestras vidas, el Rey que entró como un general victorioso en Jerusalén y luego de Su resurrección, ascendió en victoria sobre la muerte, el pecado y el diablo, a los cielos, donde fue entronizado para eternidad. ¡Únase usted también a esta multitud que le aclama como Señor! 

La alabanza, la aclamación, la adoración a Dios en la Persona de Jesucristo, no debe ser sólo un rito, ni tampoco algo que se realiza por tradición en Semana Santa. En verdad es una actitud, un sentir, una convicción y una práctica permanente en el cristiano. Hay muchas formas de alabar y adorar a Dios; en los Salmos usted puede encontrar esas diversas maneras de hacerlo. No importa cómo lo haga sino que lo haga y con profunda sinceridad. El Rey se lo merece y a Él le agrada, como se lo manifestó a la mujer samaritana: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.” (San Juan 4:23 

Diga con toda la cristiandad: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas! Indudablemente Jesús trajo y sigue trayendo gran paz a las conciencias con Su perdón y a las almas con Su Espíritu: la paz de Jesús es inefable. Por fin cielo y tierra se pusieron en paz a causa de la redención obrada por el Salvador. Hay gloria en los cielos con el triunfo de Jesús.
 

3. Aclamado y criticado.

“39 Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. / 40 El, respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían.” (San Lucas 19:39,40) 

Y como nunca faltan los criticones, algunos fariseos que consideraban una blasfemia que así se tratara a este rabí, le dijeron a Jesús que reprendiera a los que así le aclamaban. Para la mayoría de los judíos, y en especial los maestros de la Ley, escribas y sacerdotes, los de las sectas judías fariseos o saduceos, la proclamación de Jesús como el Mesías prometido en el Antiguo Testamento, era abominable, ya que ellos no veían en Jesús a ese Ungido de Jehová, del cual las profecías decían:  

“Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido.” (Daniel 7:14) 

De las visiones proféticas el pueblo prefería la más gloriosa, los fariseos a un gran legislador que impusiera la Ley, los zelotes a un guerrero y los esenios a un sacerdote con ideas nuevas. Este Jesús de origen humilde, de bajo perfil, pacífico, sin legalismos y amoroso, no era respetable para la mayoría, sino algo más bien curioso. 

A la observación de los fariseos, Jesús respondió con ese modo tan frecuente en Él, un tanto irónico y metafórico: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían. Es imposible callar el Evangelio, acallar a aquellos que han encontrado la Verdad, tapar la luz poderosa del Señor que se filtra inevitablemente por cada rendija de la vida de los cristianos. Literalmente, hasta el día de hoy hasta las piedras hablan; en los muros de nuestras ciudades y cuando viajamos por las carreteras, vemos piedras en las que un creyente ha escrito una frase bíblica o algún grafiti que nos desafía a buscar a Dios. 

CONCLUSIÓN.

Jesús tuvo una entrada triunfal en Jerusalén, como un Rey victorioso que venía a completar Su misión y a establecer Su Reino en los corazones de muchos hombres y mujeres. Concretamente entró: 1) Montado en un pollino o cría de asna; 2) Pisando mantos y palmas; y 3) Aclamado y criticado. Estos tres aspectos nos enseñan que: 1) Debemos, como el pollino, esperar el momento en que Él nos usará para Su obra magna; 2) Jesús se merece nuestra alabanza y adoración, como el mejor Rey debe tener Su alfombra roja; y 3) Siempre habrá críticas, mas si callamos las piedras hablarán.
 

 

PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:

1)      ¿Ha establecido Jesús Su Reino en su espíritu, alma y cuerpo?

2)      ¿Cuáles han sido las mayores victorias en su vida?

3)      ¿Qué aspectos debe completar el Señor en esta Iglesia?

4)      ¿Cómo se puede establecer el Reino de Dios en los corazones de los discípulos?

5)      ¿Qué significa que Jesús entrara a Jerusalén montado en un burrito?

6)      ¿Siente que Dios le está  usando para Su obra?

7)      ¿Por qué la Iglesia acostumbra alabar y adorar a Dios?

8)      ¿Cómo se explica la metáfora de la alfombra roja?

9)      ¿Qué sucederá si los cristianos callan el Evangelio?

10)  ¿Qué hechos de Jesús se relacionaron con el monte de los Olivos?

11)  ¿Qué propósitos tiene para esta Semana Santa?