jueves, 28 de marzo de 2013

MIÉRCOLES SANTO.


Judas conspira con el sanedrín
para vender a Jesús por 30 monedas de plata.

“3 Y entró Satanás en Judas, por sobrenombre Iscariote, el cual era uno del número de los doce; / 4 y éste fue y habló con los principales sacerdotes, y con los jefes de la guardia, de cómo se lo entregaría. / 5 Ellos se alegraron, y convinieron en darle dinero. / 6 Y él se comprometió, y buscaba una oportunidad para entregárselo a espaldas del pueblo.”
San Lucas 22:3,4


Estando en Jerusalén, Jesús advirtió a sus discípulos: “Sabéis que dentro de dos días se celebra la pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado.” En la pascua judía se mataba un cordero y se hacía una cena ritual, donde se recordaban los textos bíblicos que relatan la liberación del pueblo hebreo del dominio egipcio, por Moisés. Es la fiesta del Seder Pésaj, la que el pueblo judío celebra hasta estos días. Jesucristo se iba a ofrecer al sacrificio precisamente en esa fecha, como el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Debemos entender que la celebración de la pascua judía es una representación profética de la pasión y muerte del Salvador del mundo.

Por su parte los principales sacerdotes judíos, los escribas y los ancianos del pueblo se reunían en el patio del sumo sacerdote Caifás, pues estaban muy preocupados de la influencia que estaba teniendo el Maestro de Galilea entre el pueblo. Sus enseñanzas, la proclamación que hacía la gente de él como un rey y sobre todo lo que se hablaba acerca de un milagro de resurrección, le estaban constituyendo en un líder peligroso y amenazante a su autoridad religiosa. Así es que hicieron un consejo para prender a Jesús con engaño y matarle. Pero no lo harían durante la fiesta, para evitar alboroto en el pueblo. San Lucas dice que ellos buscaban cómo matarle, porque temían al pueblo.

Fue entonces que uno de los doce apóstoles, Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes y les dijo: “¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré?” Ellos le ofrecieron treinta piezas de plata por Jesucristo. El traidor le entregaría “a espaldas del pueblo” y desde ese momento buscaba la oportunidad para entregar a su Maestro. San Lucas explica esta acción porque “entró Satanás en Judas”

El Hijo de Dios debía morir, estaba escrito en el Antiguo Testamento, los profetas lo venían anunciando por siglos. Por tanto no es que Jesús fuese a ser sorprendido por esto, atrapado, torturado y muerto, sino que Él mismo entregaría su vida, porque así estaba escrito. Era sencillamente el cumplimiento de la profecía y del plan de salvación ideado por Dios para la Humanidad pecadora.

El complot de líderes religiosos con Judas fue sólo el medio para hacer posible la muerte de Jesucristo en la cruz por todos nosotros. Esto no niega la maldad, avaricia e hipocresía de los sacerdotes y maestros de la Ley, ni el pecado de Judas, pero sí indica que Dios siempre tuvo todo bajo Su control. A Él nada lo toma por sorpresa. Todo lo que ocurre en la Historia humana es conocido por Dios.

Por siglos ha habido una lucha entre el bien y el mal, entre Dios y Satanás, pero el Señor tiene la victoria final. El diablo pensó que matando a Jesús resolvía su problema y podría seguir dominando a la raza humana, como lo había hecho desde tiempos de Adán y Eva, pero no sabía dos cosas: 1) La muerte de Jesús sería un sacrificio expiatorio por la salvación del Hombre; y 2) Jesucristo moriría pero luego resucitaría para siempre.

Judas fue un instrumento de Satanás para intentar matar al Hijo de Dios, pero fue Dios quien permitió esa traición para que se cumpliera Su plan eterno. Muchas veces el Señor permite situaciones negativas para el cumplimiento de Sus propósitos. Es la Providencia de Dios, una disposición anticipada o prevención que mira y conduce al logro de los más altos fines. Era necesario que un hombre pagara el precio de nuestro pecado en la cruz; ese hombre debía ser santo, un Cordero perfecto; sólo Su Hijo reunía esas condiciones, así es que se hizo hombre; fue el Hijo del Hombre que dio Su vida por todos.

La traición de Judas y la conspiración de los religiosos judíos fue un maléfico plan del diablo, pero no fue desconocido para Dios ni para Su Hijo. Había un plan superior que debía cumplirse.

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