DOMINGO DE RAMOS (5)
ENTRADA TRIUNFAL EN JERUSALÉN.
© Pastor Iván Tapia
“28 Dicho esto, iba delante subiendo a
Jerusalén. / 29 Y aconteció que llegando cerca de Betfagé y de Betania, al
monte que se llama de los Olivos, envió dos de sus discípulos, / 30 diciendo:
Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallaréis un pollino atado, en
el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo, y traedlo. / 31 Y si alguien
os preguntare: ¿Por qué lo desatáis? le responderéis así: Porque el Señor lo
necesita. / 32 Fueron los que habían sido enviados, y hallaron como les dijo. /
33 Y cuando desataban el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el
pollino? / 34 Ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita. / 35 Y lo trajeron a
Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a Jesús encima.
/ 36 Y a su paso tendían sus mantos por el camino. / 37 Cuando llegaban ya
cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos,
gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que
habían visto, / 38 diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor;
paz en el cielo, y gloria en las alturas! / 39 Entonces algunos de los fariseos
de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. / 40 El,
respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían.”
San Lucas 19:28-40
E
|
l Maestro se
dirigió con Sus discípulos a la Ciudad Santa de Jerusalén. Al llegar al monte
de los Olivos, le pidió a dos de ellos que le trajeran un asno que estaba atado
a la entrada de la aldea que tenían enfrente. Este monte fue visitado
frecuentemente por Jesús: Desde él contemplaría la ciudad y sabiendo la suerte
que ésta iba a sufrir, lloró sobre ella; sentado en él, anunció la destrucción
del magnífico Templo y de la ciudad; también, después de celebrar Su última
Pascua, se retiraría a orar al monte de los Olivos. Ahora, desde ese monte
descendería para recibir las aclamaciones de la muchedumbre.
¿Cómo
entró Jesús en Jerusalén?
1. Montado en un
pollino.
“28
Dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén. / 29 Y aconteció que llegando
cerca de Betfagé y de Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió dos
de sus discípulos, / 30 diciendo: Id a la aldea de enfrente, y al entrar en
ella hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado jamás;
desatadlo, y traedlo. / 31 Y si alguien os preguntare: ¿Por qué lo desatáis? le
responderéis así: Porque el Señor lo necesita. / 32 Fueron los que habían sido
enviados, y hallaron como les dijo. / 33 Y cuando desataban el pollino, sus
dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino? / 34 Ellos dijeron: Porque el
Señor lo necesita.” (San
Lucas 19:28-34)
Un pollino es un
asno joven. El Maestro les ordena a estos dos discípulos ir a una aldea que
tienen enfrente y a la entrada de ella encontrar atado ese pollino, destacando
que en él “ningún hombre ha montado jamás”.
Era necesario que para la entrada triunfal del Rey de reyes en la ciudad de
Jerusalén, entrara montado en un asno virgen. Esto obedece a dos razones: 1)
Jesús no era un general entrando en un brioso caballo en la ciudad, sino un
Príncipe de Paz montado sobre un humilde burro; y 2) Se debía cumplir la profecía
de Zacarías.
“9
Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu
rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre
un pollino hijo de asna.” (Zacarías
9:9)
El Señor les dio
instrucciones de desatar el pequeño asno y llevárselo a Él. También les dijo
que si alguna persona preguntaba por qué hacían eso, simplemente le
respondieran: Porque el Señor lo
necesita. El asno en oriente siempre tuvo el lugar que el caballo ha tenido
en Europa; era considerado un animal mucho más noble e inteligente; muy
valorado y bien tratado, lo usaban tanto hombres como mujeres y para
transportar cargas; los había domésticos y salvajes. En este caso era un asno
doméstico, que esperaba humildemente una tarea magna como fue ser montado por
el Señor Jesucristo.
Pongámonos por
un instante en el lugar de ese animal, sin cumplir aún tarea alguna y atado
inútilmente a una vara. ¿No quiere todo ser humano cumplir, aunque sea una vez
en la vida, un rol trascendental para la sociedad? Este pollino tuvo su minuto
o su hora en que fue desatado de su condición para ser llevado a la presencia
del Señor y servirle en una gran tarea: Conducir en sus lomos al Salvador del
mundo. Seguramente Dios tiene también para usted como para mí, ese minuto, esa
hora, esos días o esos años, no importa cuánto tiempo, en que habrá de servirle
en Su misión trascendente y eterna.
La gran misión
de Jesucristo fue y es la salvación de las almas perdidas. Él realizó esta
misión muriendo en la cruz y resucitando al tercer día, pero sigue cumpliéndola
por medio del Espíritu Santo cada vez que alguien testifica de Él y Su
Evangelio, sea con palabras u obras, para que los perdidos lo encuentren y se
vuelvan a Él. Digo “perdidos” en el sentido de almas extraviadas que necesitan
encontrar el camino hacia Dios. En algún momento Jesús nos requerirá, mandará a
buscarnos y nos desatará como al pollino, porque el Señor nos necesita.
2. Pisando mantos y palmas.
“35
Y lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron
a Jesús encima. / 36 Y a su paso tendían sus mantos por el camino. / 37 Cuando
llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los
discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las
maravillas que habían visto, / 38 diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el
nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!” (San Lucas 19:35-38)
Así fue que esos dos discípulos trajeron el
burrito al Maestro. Le pusieron unas mantas al lomo, para que el Señor
cabalgara cómodo y con dignidad, y le ayudaron a montarlo. La gente, a medida
que el Señor iba pasando ante ella, ponía mantos en el camino. Era como es hoy
para las grandes estrellas del espectáculo, para los reyes y gobernantes, poner
la “alfombra roja”. Es algo especial que indica que aquella persona es tan
importante que no debe pisar directamente el suelo sino que algo tan elegante,
blando y hermoso como una alfombra roja. Nuestro Señor indudablemente se
merecía y merece aquello. Nosotros no somos dignos de pisar una alfombra roja,
pero el Señor sí lo merece. No quiero decir con esto que Él sea como una de
esas estrellas del cine –sería un comentario frívolo- pero sí es el más
importante gobernante del universo, pues Él es el Señor, el Hijo de Dios, Dios
mismo encarnado. Y estaba aquí, en este mundo, entrando en la ciudad más
importante del planeta, Jerusalén. ¡No podía ser de otro modo Su entrada!
Cercanos a la bajada del monte de
los Olivos, toda la gente que le seguía y aclamaba feliz, comenzó a alabar a
Dios en voz alta y algunos muy emocionados hasta gritaban los maravillosos
hechos del Señor que habían visto durante el ministerio de Jesús: Las
curaciones milagrosas, las multiplicaciones de pan, la resurrección de Lázaro y
la del hijo de la viuda, en fin como Dios se había manifestado en Jesús. Para
ellos era el Mesías prometido. Por eso gritaron a voz en cuello: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del
Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!
Este primer día de Semana Santa,
la Semana Mayor celebrada por la mayoría de los cristianos a través de los
siglos, se recuerda este magnífico hecho que fue la entrada triunfal de Jesús
en Jerusalén, antes de la Pascua o celebración del Seder Pesaj. Es lo que suele
llamarse “Domingo de Ramos” pues, como cuenta el Evangelio, “tomaron ramas de palmera y salieron a
recibirle, y clamaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor,
el Rey de Israel!” (San Juan 12:13)
Los cristianos
seguimos aclamándole de ese modo, con o sin hojas de palmas, pero con todo
nuestro corazón a Él, porque es nuestro Salvador, nuestro Señor, el Dueño de
nuestras vidas, el Rey que entró como un general victorioso en Jerusalén y
luego de Su resurrección, ascendió en victoria sobre la muerte, el pecado y el
diablo, a los cielos, donde fue entronizado para eternidad. ¡Únase usted
también a esta multitud que le aclama como Señor!
La alabanza, la
aclamación, la adoración a Dios en la Persona de Jesucristo, no debe ser sólo
un rito, ni tampoco algo que se realiza por tradición en Semana Santa. En
verdad es una actitud, un sentir, una convicción y una práctica permanente en
el cristiano. Hay muchas formas de alabar y adorar a Dios; en los Salmos usted
puede encontrar esas diversas maneras de hacerlo. No importa cómo lo haga sino
que lo haga y con profunda sinceridad. El Rey se lo merece y a Él le agrada,
como se lo manifestó a la mujer samaritana: “Mas
la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre
en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le
adoren.” (San Juan 4:23)
Diga con toda la
cristiandad: ¡Bendito el rey que viene en
el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas! Indudablemente
Jesús trajo y sigue trayendo gran paz a las conciencias con Su perdón y a las
almas con Su Espíritu: la paz de Jesús es inefable. Por fin cielo y tierra se
pusieron en paz a causa de la redención obrada por el Salvador. Hay gloria en
los cielos con el triunfo de Jesús.
3. Aclamado y
criticado.
“39
Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro,
reprende a tus discípulos. / 40 El, respondiendo, les dijo: Os digo que si
éstos callaran, las piedras clamarían.” (San Lucas 19:39,40)
Y como nunca faltan los criticones,
algunos fariseos que consideraban una blasfemia que así se tratara a este rabí,
le dijeron a Jesús que reprendiera a los que así le aclamaban. Para la mayoría
de los judíos, y en especial los maestros de la Ley, escribas y sacerdotes, los
de las sectas judías fariseos o saduceos, la proclamación de Jesús como el
Mesías prometido en el Antiguo Testamento, era abominable, ya que ellos no
veían en Jesús a ese Ungido de Jehová, del cual las profecías decían:
“Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos,
naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca
pasará, y su reino uno que no será destruido.” (Daniel 7:14)
De las visiones proféticas el pueblo prefería
la más gloriosa, los fariseos a un gran legislador que impusiera la Ley, los
zelotes a un guerrero y los esenios a un sacerdote con ideas nuevas. Este Jesús
de origen humilde, de bajo perfil, pacífico, sin legalismos y amoroso, no era
respetable para la mayoría, sino algo más bien curioso.
A la observación
de los fariseos, Jesús respondió con ese modo tan frecuente en Él, un tanto
irónico y metafórico: Os digo que si
éstos callaran, las piedras clamarían. Es imposible callar el Evangelio,
acallar a aquellos que han encontrado la Verdad, tapar la luz poderosa del
Señor que se filtra inevitablemente por cada rendija de la vida de los
cristianos. Literalmente, hasta el día de hoy hasta las piedras hablan; en los
muros de nuestras ciudades y cuando viajamos por las carreteras, vemos piedras
en las que un creyente ha escrito una frase bíblica o algún grafiti que nos
desafía a buscar a Dios.
CONCLUSIÓN.
Jesús tuvo una
entrada triunfal en Jerusalén, como un Rey victorioso que venía a completar Su
misión y a establecer Su Reino en los corazones de muchos hombres y mujeres.
Concretamente entró: 1) Montado en un pollino o cría de asna; 2) Pisando mantos
y palmas; y 3) Aclamado y criticado. Estos tres aspectos nos enseñan que: 1)
Debemos, como el pollino, esperar el momento en que Él nos usará para Su obra
magna; 2) Jesús se merece nuestra alabanza y adoración, como el mejor Rey debe
tener Su alfombra roja; y 3) Siempre habrá críticas, mas si callamos las
piedras hablarán.
PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1)
¿Ha establecido Jesús Su Reino en su espíritu, alma y
cuerpo?
2)
¿Cuáles han sido las mayores victorias en su vida?
3)
¿Qué aspectos debe completar el Señor en esta Iglesia?
4)
¿Cómo se puede establecer el Reino de Dios en los
corazones de los discípulos?
5)
¿Qué significa que Jesús entrara a Jerusalén montado en
un burrito?
6)
¿Siente que Dios le está usando para Su obra?
7)
¿Por qué la Iglesia acostumbra alabar y adorar a Dios?
8)
¿Cómo se explica la metáfora de la alfombra roja?
9)
¿Qué sucederá si los cristianos callan el Evangelio?
10) ¿Qué
hechos de Jesús se relacionaron con el monte de los Olivos?
11) ¿Qué
propósitos tiene para esta Semana Santa?