sábado, 30 de marzo de 2013

SABADO SANTO.


 
Jesús desciende al lugar de los muertos y anuncia la salvación.
 

“Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? / El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo.”
Efesios 4:9,10
 

Un gran silencio se cierne hoy sobre la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque Jesucristo ha muerto. Pero los cristianos decimos que “está durmiendo”. Sin embargo distintos pasajes de la Escritura nos indican que se ha dormido y ha despertado a los que dormían desde hace siglos...

El Credo Apostólico, formulado en el siglo V, proclama que Cristo "descendió a los infiernos". Este descenso no se refiere al Infierno propiamente tal sino al "sheol" (nombre hebreo), "hades" (nombre griego) o “ínferos” (nombre latino)  que significa "partes Inferiores". Es el descenso de la parte espiritual de Jesucristo, ya separada del cuerpo por la muerte.

En ese lugar esperaban las almas de los justos muertos antes de Cristo. Allí estaban la multitud de hombres y mujeres santos de la Antigüedad, como Abraham, Isaac, Jacob, Rut, Sara, Moisés, David, etc. esperando la salvación. El propósito de Cristo al descender al lugar de los muertos fue liberar a los justos anunciándoles la salvación.

Jesús no bajó para liberar a los condenados ni para destruir el infierno de la condenación, sino para liberar a los justos que le habían precedido.
 
Los Evangelios nada dicen sobre esto sucedido entre la muerte de Cristo y Su resurrección. Son los apóstoles Pedro, Pablo y Juan quienes nos hablan de ello en los siguientes textos.

El día de Pentecostés, así se refiere el apóstol Pedro a Jesús: “al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella.”  (Hechos 2:24) La muerte no podía retener en el Sheol o lugar de los muertos al Salvador, por tanto este se levantó en cuerpo, alma y espíritu, y resucitó.

También dice que el rey David “viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción.” (Hechos 2:31) Este rey de la Antigüedad hebrea tuvo una visión del Cristo que se levantaba del lugar de los muertos, no sufriendo su cadáver descomposición.

San Pablo escribe acerca de una región de los muertos, un submundo debajo de la tierra que también hubo de reconocer el señorío de Jesucristo: “para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;” (Filipenses 2:10)

En su primera carta Pedro es más explícito en cuanto a esta última misión del Salvador en el lugar de los muertos, cuando explica: “18 Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; / 19 en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, / 20 los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua.”  (1 Pedro 3:18-20)

Jesús conoció la muerte como todos los hombres y se reunió con ellos en la morada de los muertos. Pero descendió como Salvador proclamando la buena nueva a los espíritus que estaban allí. El descenso es el pleno cumplimiento del anuncio evangélico de la salvación; es la última fase de la misión mesiánica de Jesús. Esta misión implica dos cosas: a) Anunciar libertad a los justos que se encontraban en el Sheol; y b) Proclamar a los “espíritus encarcelados” o ángeles desobedientes, Su victoria definitiva sobre Satanás. Jesús liberó sólo a los justos, ya que por principio mientras hay vida hay esperanza, no después de ella, y después de la muerte sólo hay juicio.

Jesucristo bajó a las profundidades de la muerte para que los hombres justos muertos oyesen la voz del Hijo de Dios y vivieran. Jesús, dador de vida, aniquiló al Diablo y libertó a cuantos, por temor a la muerte, estuvieron sometidos a la esclavitud del pecado. En adelante, Cristo resucitado tiene las llaves de la muerte y del Hades: “y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.” (Apocalipsis 1:18)

Este último pasaje que citaremos se refiere a que Cristo le arrebató al diablo la autoridad que tenía sobre los millones de almas del Antiguo Testamento cuando descendió al Hades: “Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? / El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo.” (Efesios 4:9,10)

La Palabra de Dios dice que el Señor descendió a las partes más bajas de la tierra para liberar a los justos de la Antigüedad y proclamar que Satanás fue vencido y humillado por Él, que en Su resurrección habría de subir vencedor al trono de Dios.

Valoremos la magnífica obra de Jesucristo, quien se preocupó no sólo de las personas de su época, predicándoles el Evangelio de amor y salvación, sino que también de los que antes de Él habían buscado y obedecido sinceramente a Dios. Pero, además, Su mensaje es para todas las generaciones posteriores, hasta nuestros días. Ya no es necesario que Jesús ni nadie vayan al Sheol para salvar almas, pues todos han tenido alguna vez en la vida la oportunidad de escuchar el Evangelio.

Queridos hermanos: Es muy importante que transmitamos pronto a nuestras familias y amistades el mensaje de Jesús, ya que la oportunidad es en esta vida. Después de la muerte sólo espera el juicio. Jesús ya bajó al lugar de los muertos y ahora está en los cielos. Cuando Él vuelva ya no lo hará como Salvador sino como Rey y Juez. Hoy es el día de creer y alcanzar salvación.

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